VII Festival de Sevilla



La Federación sevillana de peñas flamencas sigue en su empeño de divulgar el arte jondo y situarlo en su justo lugar, despojándose de lo superfluo para a través de la cantera flamenca recordar a la Humanidad esa de la UNESCO, en qué consiste nuestra seña de identidad más preciada.
Un Festival dedicado y protagonizado por los jóvenes valores ganadores del concurso que anualmente organiza esta entidad para menores de 25 años, que puso de relieve el enorme nivel artístico que tienen nuestros cachorros en cada uno de las tres vértices del flamenco cante, toque y baile.



Ramón Amador hijo abrió una calurosa noche en el centro andaluz de arte contemporáneo templando su guitarra por rondeñas mientras el cielo cambiaba de color en busca de la negrura que traía la garganta del jerezano Iván González Carpio que cuando se baje de la moto dará muchas alegrías con su eco chocolatero.



El baile de Sergio González construido desde y hasta el tren inferior dejó entrever el manejo extremo del compás y la falta de utilización del espacio. Hasta aquí los segundos clasificados.



A Martín Fayo ganador en el apartado guitarrístico le escuché desde el ambigú al que acudí, más que por gusto, por necesidad en busca del antídoto cervecero contra el plomo atmosférico, así que S/C, lo siento. Ocupé mi asiento para disfrutar con la delicada, quinceañera y bien timbrada voz de Beatriz Romero que con recuerdos a Vallejo en la granaína y media, y unos colosales caracoles levantó a todas las señoras del público y algunos caballeros entusiasmados. Cerró el baile mejor coreografiado de Antonio Vázquez que supo tomarle el pulso a unas alegrías gaditanas que por momento parecieran algo deslavazadas.

Sólo algunos genios los son con tan poca edad y este ramillete de jóvenes artistas seguirán mamando flamenco porque tienen materia prima, afición y muchas posibilidades de hacer carrera en el ingrato mundo del arte flamenco.



Se aliviaba la temperatura mientras Manuel Martín Martín daba comienzo al VII Festival Flamenco de Sevilla recordando aquella cita del año 54 en el Patio Banderas, con Mairena, Vallejo o La Paquera como germen de este imberbe festival. La Federación de peñas igualmente organizadora de este acto entregó su mayor distinción, la musa flamenca, obra de Jesús Gavira, a la persona de Antonio Cáceres como representante de la Fundación Cajasol por su enorme labor con nuestro arte a través de los distintos ciclos flamencos y colaboración con numerosos festivales.
Algún indignado disgustado con las entidades financieras se hizo notar durante la entrega de la musa interrumpiendo en repetidas ocasiones a Pablo Parrilla secretario de la federación durante la lectura del acta, sin embargo, el nunca bien ponderado José María Segovia, Presidente de dicha asociación, supo atajar con ingenio las protesta mientras hacía entrega al señor Cáceres de tan preciado galardón.
Todo pasa a un segundo plano cuando Tomasa Guerrero La Macanita “ayea” por soleá al seis por medio en el mástil de Manuel Parrilla, ratificándose como la reina del cante jerezano en la actualidad, su sonido enduendado busca siempre por arriba el lastimar ajeno. Tiene el soniquete en su garganta desde que Velázque -Gaztelu la filmara en la biblia audiovisual de los años 70, “Rito y geografía del cante flamenco” con tan sólo 3 ó 4 añitos. Se ganó el parné con la interpretación de hasta seis cantes, tientos-tangos con los que abrió, bulerías, soleá, malagueñas, seguiriyas y de nuevo por bulerías con pataíta incluida, el sabor a Jerez con el compás de Gregoria, Chicharo y Macano y un acertadísimo Manuel Parrilla con la sonanta, está garantizado, y el gusto en el paladar se queda impreso para alivio de los cabales.
El cante de La Argentina, la joven cantaora onubense, resonó en mis oídos mientras buscaba la salida, las dos de la mañana de un jueves con una familia en casa y un trabajo aguardando en pocas horas fueron motivos suficientes para que me quedara con la ganas de disfrutar de Argentina y de Javier Barón, el bailaor de Alcalá de los panaderos encargado de cerrar la noche.
Mientras ajustaba las horas de sueño que me quedaban me relamía pensando que la noche siguiente la pasaría en compañía del cante de Fernanda y Bernarda con el espectáculo "De Utrera al cielo" que visitaba mi bonito pueblo.

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